Daniela Azofeifa Jiménez y Manuel A. Zumbado Arrieta (*)

No todos los insectos son “malos”. La mayoría cumplen funciones ecológicas que hacen posible la vida en este planeta, como el control biológico, el reciclaje de nutrientes, la dispersión de semillas y la polinización. Por consiguiente, muchos de sus servicios son aprovechados con éxito en diversas actividades humanas.

En el sector agrícola se utiliza el control biológico como una alternativa exitosa al uso de agroquímicos. Se define como el uso de organismos, depredadores y parasitoides para el control de otros animales o plantas que, por desequilibrios en sus poblaciones, provocan algún daño al ser humano (Altieri et al., 1997). Por lo tanto, se trata del uso y manejo de los enemigos naturales para el control de especies que son consideradas plagas.

Existen diferentes tipos de control biológico: el control natural es el que se presenta en ambientes poco perturbados; el control clásico es la introducción de enemigos naturales para controlar plagas que también son exóticas, debido a la ausencia de enemigos naturales en los países donde la plaga fue introducida; el control aumentativo es la reproducción masiva de los agentes de control biológico, nativos o introducidos, en el laboratorio para realizar sueltas programadas en los cultivos; y por último, el control por conservación (CBC) se basa en el manejo del hábitat para favorecer a los enemigos naturales que existen en el agroecosistema.

El primer caso exitoso de control biológico ocurrió en 1888 con la introducción de la mariquita depredadora Rodolia cardinalis (Coleoptera: Coccinellidae) de Australia a Estados Unidos para el control de la escama algodonosa de los cítricos, Icerya purchasi (Hemiptera: Margarodidae) (Nicholls, 2008). Desde entonces se han reportado numerosos casos de éxito; sin embargo, el control clásico requiere de una gran inversión y representa un riesgo para la biodiversidad de insectos benéficos nativos. Por eso es oportuno resaltar el potencial del CBC en un país tan rico y biodiverso como el nuestro.

Para aprovechar y potenciar el control biológico debemos aprender a identificar a los enemigos naturales y conocer aspectos sobre su biología. Los sírfidos depredadores consumen más de una presa para completar su ciclo de vida; en cambio, los parasitoides requieren solo un hospedero. Usualmente son generalistas; sin embargo, muchos se especializan en un grupo de presas relacionadas. Los adultos e inmaduros suelen ser depredadores; pero en algunos grupos los adultos visitan flores.

Los sírfidos parasitoides son aquellos insectos cuyas larvas se desarrollan alimentándose interna o externamente de los líquidos y órganos de otro insecto (hospedero); y la mayoría son especialistas. Se diferencian de los parásitos porque completan su desarrollo en un solo hospedero y terminan provocando su muerte. Los adultos son de vida libre y generalmente utilizan otros recursos alimenticios como polen, néctar y sustancias azucaradas.

Los sírfidos depredadores (Diptera: Syrphidae)


Los sírfidos se conocen comúnmente como “las moscas de las flores” debido a que con frecuencia se observa a los adultos visitando flores en busca de polen que necesitan para su maduración sexual y de néctar para realizar su característico vuelo cernido (Rotheray & Gilbert, 2011). Las larvas depredadoras se alimentan de pequeños hemípteros de cuerpo
blando como: pulgones (Aphididae), escamas (Coccoidea) y mosca blanca (Aleyrodidae) (Thompson et al., 2012). Además, pueden alimentarse de moscas adultas pequeñas y larvas de lepidópteros como Plutella xyllostela (Rojo et al., 2003); que conforman plagas importantes en cultivos de hortalizas y frutales.

Es ampliamente reconocido el potencial de los sírfidos depredadores en el control biológico de pulgones, ya que reúnen características idóneas como: la gran voracidad de sus larvas, pudiendo consumir hasta 1.000 pulgones durante su desarrollo larval (Tenhumberg & Poehling, 1995; Rojo et al., 2003); su rápido desarrollo larval, concluido en una semana cuando los pulgones son abundantes (Ambrosino, 2006); y la capacidad de las hembras de detectar y poner los huevos muy cerca de colonias incipientes de pulgones (Almohamad et al., 2009). No obstante, la característica clave de los sírfidos, y que los convierte en excelentes agentes para el control biológico es el hábito antófago de los adultos (anto = flores + fago = se alimenta de). Es decir, se alimenta de recursos florales, que facilitan su integración en las estrategias del control biológico por conservación (CBC).

En Costa Rica tenemos poblaciones naturales de sírfidos en los agroecosistemas. Algunos géneros depredadores son Allograpta, Toxomerus, Ocyptamus, Pseudodorus y Salpingogaster. S. nigra es un depredador de salivazos (Hemiptera: Cercopidae) y S. cochenilivorus es depredador de la cochinilla roja, Dactylopius coccus (Dactylopiidae).

Ciclo de vida de un sírfido depredador

¿Cómo reconocer a los sírfidos depredadores?


Los sírfidos pertenecen al orden Diptera, que se caracteriza por tener el primer par de alas membranosas bien desarrolladas y el segundo reducido a un par de estructuras en forma de alfiler, llamadas halterios o balancines. De esta característica se deriva la etimología de Diptera (di =dos + pteros = alas), insectos con “dos alas “. Como todos los insectos, tienen el
cuerpo dividido en tres partes: cabeza, tórax y abdomen.

Presentan metamorfosis completa: huevo-larva-pupa-adulto. Los huevos son blancos y alargados, de unos 2mm de largo. Las larvas presentan colores variados y a veces llamativos. No tienen patas segmentadas ni cabeza bien definida. Se diferencian de otros dípteros por la unión de los dos espiráculos respiratorios posteriores (ERP) en una estructura tubular y usualmente
alargada (tubos respiratorios posteriores (TRP), que se localizan en la parte posterior del cuerpo. El pupario de los sírfidos se desarrolla a partir del endurecimiento de la cutícula del tercer estadio larval, por lo que conserva muchas de las estructuras larvales y pueden ser identificados por los TRP.

La familia Syrphidae se distingue de otros dípteros por la presencia de una vena falsa o vena espuria; sin embargo, esta característica no es visible en todas las especies, por lo que se deben reconocer las celdas basales alargadas (r, dm, y cup) y la celda apical cerrada, r 4+5. La forma y tamaño es variable, de 4 a 23 mm; delgados y largos o de cuerpo robusto. Muchos son miméticos de avispas y abejas, frecuentemente con colores vistosos y contrastantes (Thompson et al., 2012).

¿Cómo los favorezco?
A continuación se describen tres recomendaciones dirigidas a favorecer a los sírfidos afidófagos y otros enemigos naturales en los sistemas agrícolas, según las bases agroecológicas y el CBC.

Suministrar recursos florísticos: La diversificación de plantas aumenta las poblaciones de insectos depredadores, parasitoides y polinizadores en el agroecosistema; por consiguiente favorece el control natural de poblaciones plagas (Altieri, 1999; Hole et al., 2005; Power & Stout, 2011). En el caso de los sírfidos, la presencia del recurso florístico favorece su población y disminuye la densidad de pulgones plaga en cultivos abiertos (White et al., 1995; Pascual-Villalobos et al., 2006; Skirvin et al., 2011; Brennan, 2013) y en invernaderos (Pineda & Marcos-García, 2008).

Se utilizan diversas especies de plantas para atraer sírfidos depredadores, entre ellas el culantro de castilla Coriandrum sativum y el trigo sarraceno Fogoporium esculentum (Pascual-Villalobos et al., 2006, Laubertie et al., 2012; Martínez-Uña et al., 2013). Además, en Costa Rica se han detectado otras flores visitadas por sírfidos: los cultivos arúgula Eruca vesicaria y albahaca Ocimum basilicum, que pueden proveer recurso florístico a los enemigos naturales mientras se desarrolla la producción de semilla. Además, se pueden aprovechar arvenses como el moriseco Bidens pilosa, el nabillo Brassica campestris y Verbena litoralis
(Azofeifa, 2016).

Mantener poblaciones residuales de fitófagos: El control biológico actúa dependiendo de la densidad de la plaga. Cuando la densidad de la plaga aumenta, también aumenta la densidad de los enemigos naturales. Este aumento provoca el descenso de la plaga y posteriormente del enemigo natural (Altieri et al., 1997). Sin embargo, para que este sistema de auto regulación
continúe, es necesario que la población de la plaga no se elimine por completo, ya que provocaría que los enemigos naturales se alejen de las zonas productivas al no tener presas cercanas.

Por lo tanto, las densidades del insecto fitófago deben mantenerse por debajo del umbral económico (sin que provoquen un daño significativo al cultivo), para asegurar la supervivencia de los enemigos naturales (Altieri & Nicholls, 2000).

Diversificar los cultivos: Es una práctica agroecológica efectiva para disminuir la incidencia de plagas (Altieri, 1999), ya que incide en el aumento de las poblaciones de parasitoides y depredadores; en la interrupción de la comunicación química entre las plagas; disminuye la colonización y reproducción de las plagas; incrementa las presas alternativas para los enemigos naturales; y optimiza la sincronización entre las especies plagas y sus enemigos, entre otros (Matteson et al., 1984).

(*) Daniela Azofeifa Jiménez es bióloga del proyecto Srum Agroecología y Manuel A. Zumbado Arrieta es entomólogo del proyecto Srum Agroecología.

Referencias

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  • Altieri, M. A. (1999). The ecological role of biodiversity in agroecosystems. Agriculture Ecosystems & Environment, 74, 19–31. Recuperado de d:\biblio\a\15480.pdf.
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Para más información: Srum Agroecología, srum.agroecologia@gmail.com.